Del rojo al azul
En el 25º aniversario del Graduado en Multimedia de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), no puedo evitar sentir una mezcla de satisfacción, nostalgia y gratitud. No solo por lo que representa este programa pionero en el ámbito de la formación en línea y la creación digital, sino también porque forma parte de mi recorrido profesional y personal.
Mis primeros pasos en este entorno fueron como colaboradora externa, desde el CITM (Centro de la Imagen y la Tecnología Multimedia) de la Fundación UPC, en Terrassa. La idea de una universidad completamente en línea despertaba curiosidad y cierto escepticismo. Sobre todo por el contexto tecnológico del momento. Era el año de Windows 98, de Mac OS X y de Google.com. Los módems hacían ruido, y la conexión por wifi sonaba a ciencia ficción. Todo era nuevo, prometedor, e Internet todavía se percibía como un espacio de conocimiento compartido y libertad de expresión, antes de los cambios derivados del 11-S.
Recuerdo las primeras reuniones, las presentaciones entre ambos equipos, y cómo poco a poco se iba desarrollando un proyecto tan innovador liderado por la UOC. Nuestros interlocutores habituales por entonces eran Ferran Giménez, Laura Porta o Toni Marín. ¡Quién lo habría dicho! Años más tarde, nos reencontraríamos como compañeros de Estudios o como parte del profesorado colaborador de asignaturas de las que soy responsable. Estos vínculos, forjados al margen de los proyectos, han crecido con el tiempo, sembrando confianza y complicidad.
Participar en aquel proceso era como formar parte de un laboratorio sobre innovación educativa. Todo era nuevo, y a veces desafiante. Las reuniones entre profesorado —algunas en la sede del Tibidabo, a menudo en Terrassa— planteaban dudas sobre metodologías y retos tecnológicos. Del trabajo intenso de diseño de la interacción en la plataforma docente, mientras paralelamente se creaban y revisaban contenidos específicos de cada asignatura. Fue emocionante recibir los primeros materiales: CDs, manuales y carpetas con cubiertas diseñadas en rojo y blanco. Aquel rojo intenso fue, para muchos, la primera imagen del Graduado en Multimedia.
También fui tutora en aquella etapa inicial. Me sorprendía que hubiera tan pocas mujeres en los actos de presentación o en los exámenes presenciales. Yo era docente de Gestión de Proyectos I y me fascinaba la diversidad del alumnado. Los foros hervían de actividad: se compartían descubrimientos tecnológicos y se debatían las últimas novedades presentadas en festivales como Transmediale, Ars Electronica o Sónar.
En 2003, la UOC y la UPC finalizaron su colaboración. En los años siguientes, mi vida dio un giro: fui madre, empecé a colaborar con otros centros universitarios y comencé mi tesis doctoral.
Fue en 2010 cuando volví al GMMD, esta vez como profesora colaboradora de Fundamentos y Evolución de la Multimedia. Las aulas tenían más posibilidades para organizar la información e interactuar con el alumnado. Diez años más tarde, poco antes de que nos confinaran durante la pandemia, me incorporé como Profesora Responsable de Asignatura (PRA). Y fue entonces cuando percibí un cambio simbólico: hacía tiempo que la identidad visual del programa había dejado atrás aquel rojo inicial. Ahora predominaba el azul. Un color que, para mí, representa una nueva etapa, más consolidada, pero igualmente comprometida con la innovación y la calidad educativa.
Recuerdo aquellos primeros días llenos de siglas que ahora me son tan familiares. Acceder a las interioridades de los estudios fue todo un reto y una revelación. A pesar de la intensidad de aquellos meses iniciales, hubo algo que me resultó especialmente gratificante: reencontrarme con antiguos compañeros y compañeras. Mi experiencia como docente me ayudó mucho, pero la COVID-19 supuso un esfuerzo extra para todo el mundo. Fue una etapa intensa, pero también profundamente humana. Había personas viviendo situaciones complejas: confinamiento, teletrabajo, cuidados, incertidumbre. La docencia, en aquel contexto, se volvió aún más cercana y significativa. Una vez más, comprobé que lo que hace fuerte a este programa son las personas que lo hacen posible.
Desde entonces, mi vínculo con el Grado no ha hecho más que fortalecerse. La esencia, sin embargo, se mantiene: formar profesionales capaces de integrar creatividad y pensamiento crítico, estética y técnica, humanismo y digitalidad.
Mirando atrás, da vértigo pensar en todo lo que se ha construido desde los inicios. En estos 25 años, miles de estudiantes han pasado por las aulas virtuales. Muchos de ellos son hoy diseñadores, desarrolladores, realizadores o investigadores que están dejando su huella en el mundo digital. Haber podido formar parte tanto de los inicios como de los últimos años, del rojo al azul, ha sido una experiencia muy especial y gratificante.


