Soy de las últimas generaciones que estudió los ya extinguidos BUP y COU. De hecho, fui “el último COU” en el centro donde lo cursé. Recuerdo que uno de los momentos más decisivos de aquella época era cuando, al final de segundo de BUP, nos hacían elegir entre ciencias y letras. A mí me gustaban las materias de uno y otro camino. “Si se te dan bien las ciencias, haz ciencias, que tiene más salida”, me decían unos. “Si te gustan las personas y lo social, haz letras”, me decían otros. “¿Y no se pueden hacer las dos cosas a la vez?”, me preguntaba yo. Pues no. Al final hice letras mixtas. Con mates y latín. Y luego estudié arte, así cuando me preguntan si soy de ciencias o de letras, puedo decir: “yo soy de dibujos”.
Al tiempo que yo me encontraba debatiéndome en plena indecisión para tomar el rumbo correcto en esa encrucijada disciplinar, se empezaba a gestar una formación que rompía con esta dualidad y reclamaba de manera arriesgada y convencida la interdisciplinariedad como un ámbito profesional y de estudio. Nacía el ámbito académico de la multimedia. Para algunos se trataba de un programa que simplemente daba respuesta a los nuevos retos de creación digital de ese momento, otros ya sabían que era la semilla que desde la mixtura de saberes podía cuestionar la división disciplinar tradicional.
Empecé a hacer formación online en 2007, cuando entré como colaboradora docente en la UOC. Impartía entonces un par de asignaturas del Graduado Multimedia, en aquel momento un título propio con unos años de trayectoria. Acostumbrada a un contexto de docencia presencial, me sorprendió el nivel de conexión que podía establecer con el alumnado y la profundidad de los aprendizajes que se podía dar en ese entorno, nuevo para mí. En 2010, entré como profesora a tiempo completo en los Estudios de Informática, Multimedia y Telecomunicación de la UOC. Sí, unos estudios tecnológicos habían fichado una licenciada en Bellas Artes, y lo mejor, no era la única con ese perfil. Estábamos desplegando el Grado Multimedia, ya como título universitario oficial y, aunque yo no había estado en el proceso de gestación del curriculum, podía sentir como los compañeros que sí lo habían parido, vivían ese reconocimiento como una transformación titánica en el sistema universitario.
Unos años más tarde, la UOC decidió ampliar el portafolio creativo-tecnológico de la universidad, incorporando programas de Diseño y Artes en una modalidad totalmente online. El reto se planteaba desde una mirada interdisciplinar y desde la colaboración entre profesores de distintos estudios y departamentos. La oportunidad de repensar los planes de estudio de estos programas entre compañeros de Informática, de Artes y Humanidades y de Comunicación suponía una apertura disciplinar que iba más allá del Grado Multimedia y un desafío muy estimulante para todos. Tomamos parte activa en el proceso, ávidos de empujar límites epistemológicos y tecnológicos de manera colectiva. ¿Lo conseguimos? Creo que sí, pero queda todavía trabajo por hacer.
Casi 10 años más tarde desde la creación de estos dos programas y tras 25 años de ámbito multimedia, podemos celebrar que la multi-inter-transdiciplinariedad es un valor incuestionable que se le reclama al profesional y al académico, pero ¿tienen las formaciones realmente este enfoque? ¿Está dispuesta la academia a reconocer ámbitos disciplinares no estancos? Encarnar la interdisciplina significa conocer el lugar propio, pero también reconocer el del otro. Significa comunicarse con esmero y a la vez escuchar la voz del compañero con respeto. Significa apreciar lo que nos resulta próximo y dejarse afectar por lo que nos puede parecer ajeno. Significa asumir que el punto de vista siempre puede cambiar, que se pueden hacer dos o más cosas a la vez, pero sobre todo aceptar con humildad que siempre hay y habrá nuevos aprendizajes por incorporar. ¿Cómo podemos seguir fomentando lugares de estudio especializados y rigurosos, y que a la vez incorporen distintas y diversas miradas?